i.hate.you.zo.much.
¿Dónde nos encontramos?, ¿Qué mundo es este?. Las trivialidades nos persiguen, no podemos respirar. Nos detenemos en un paraje injusto, fértil, sarcástico. Observamos una flor en medio de un desierto sin luna alguna, ya nada nos llama la atención, caminamos inertemente, inexpugnables frente al futuro. Y, derrepente, ilógicamente recogo una rosa, mi mano tiembla y una espina logra herirme.Sangre.Inercia.Anestecia. La suelto asustada y ahí comprendo mi error: Que no todo es satisfacción, o un mundo de sonrisas, sonrisas que no quieren ser felices, pero el qué dirán... Las dulces mentiras reparan nuestros cúmulos de flores y no podemos detener nuestra locuacidad. Intentamos atenuar todo, atenuarnos a nosotros mismos, y nos convertimos en unos expertos cínicos, incrédulos de cada sílaba que sale de nuestra boca. Ingerimos nuestros dolores y ennegrecemos nuestra alma, pretendemos que esta repose en un edén y no hacemos más que adentrarnos en llamas.Funestos intentos de regresar a una realidad inexistente.La necesidad de que alguien coja tu mano y la tristeza cuando finalmente caes en la cuenta de que nadie acudió a tu silente llamado. ¿Es que realmente la culpa es sólo tuya?. No lo sé.No puedes dejar de sentir angustia. Presiona tu pecho, no logras conciliar el sueño y no sabes qué hacer, no obtienes respuesta. Él se ha ido y no va a regresar, ni por tí, ni por ella, ni por nadie. Los cuervos han consumido su cuerpo y sabes que no puedes detener el tiempo. Oh, el tiempo!. Cómo odias el tiempo!. El mismo que no dejó despedirce, un adiós y un beso para terminar lo eterno, lo que continua...lo que sigue.
Ma.né*
